lunes, 14 de abril de 2014

Contradicciones de una madre primeriza

No es nada fácil ser madre. Nadie dijo que lo fuera, cierto, pero nadie dijo tampoco que era tan difícil.
Es un trabajo 24/7, sin descansos, sin bajas por enfermedad, sin posibilidad de delegar en otro y sin vacaciones ni escapaditas para desconectar.
Es gratificante, es cierto, una sola sonrisa, una sola palabra, y ya te han arreglado el peor de los días, pero es agotador.
Hay ratos en los que te preguntas en qué demónios estabas pensando el día en el que se te ocurrió que tener un niño sería una buena idéa, y hay otros en los que te preguntas por qué has esperado tanto.
Hay días en los que te sientes completamente feliz y días en los que te sientes una perfecta inutil, sobre todo cuando te da por pensar que tu madre, a tu edad, ya tenía dos hijos y además trabajaba fuera de casa...
Puede ser frustrante, puede ser maravilloso, pero siempre es el trabajo más exigente que he conocido jamás.
Cierto que los padres ayudan, o lo intentan, pero al final siempre eres tú la que lo deja todo, la que se pone en último lugar, la que deja casi de existir en los primeros años para sacar adelante a ese pequeño ser humano que se ha hecho dueño de toda tu existencia, incluso en los sueños.
También es verdad que tú eres a la que acude cuando se hace daño, cuando descubre algo y cuando necesita que le ayuden en cualquier cosa, y es a tí hacia la que corre cuando hace un rato que no te ve.
No me arrepiento en absoluto de haber sido madre, aunque desde que lo hice, se ha complicado mi vida hasta en lo que parecía ser sencillo. Vivo cansada, he relegado las amistades, no tengo vida social, no puedo hacer nada que no haya planeado primero (y con tiempo!), veo dibujos durante 12 horas al día, conozco los parques como la palma de mi mano, me he aprendido canciones tontas e historias aún más tontas, me devano los sesos cada semana planificando menús para conseguir que coma de todo, no tengo intimidad ni para ir al baño, ya casi no recuerdo lo que es dormir más de 6 horas y me paso gran parte de los días recogiendo juguetes y la otra parte regañando para que lo haga él.
Y aún así, me asalta la culpabilidad cuando lo dejo en otras manos para tener un ratito para mí, y hago las cosas a mil por hora cuando estoy sola, para que no sea demasiado tiempo, me sonrío cuando recuerdo la ultima frase que ha perpetrado con esa lengua de trapo y martilleo los oídos de cualquier incauto que me pregunte por mi tesoro contando una y otra vez lo estupendo que es.
Contradicciones de ser madre, supongo.
Nunca había pensado que un trabajo tan duro y tan exigente pudiera ser tan bonito y tan satisfactorio.
Ojo que no se enteren los empresarios o los políticos, no vaya a ser que se les ocurra hacernos cotizar por un empleo que, este sí, es indefinido.

2 comentarios:

  1. Estoy segura de que logras lo más complicado, que es que ese pequeñajo sea feliz...

    ResponderEliminar
  2. Tienes toda la razón, estoy al 100%contigo, y no estás sola a mi también me asaltan esas dudas y también me siento como dices.
    Tranquila,somos más!!!!!!!!!!!!!!!

    ResponderEliminar