domingo, 15 de diciembre de 2019

Emociones

Mi padre solía llamarme pistón. Y la verdad es que no puede ser más acertada la analogía. Soy ese tipo de persona que primero habla o actúa, y luego ya piensa. Ni que decir tiene que ser así me ha traído disgustos y me he llevado ostias como panes, pero es algo que va con mi carácter, que nunca he podido cambiar, y que, llegadas las alturas de la vida en las que estamos, así se va a quedar.

Hay veces en las que me gustaría ser más fría, ser capaz de analizar las cosas pausadamente y luego ya reaccionar en consecuencia, pero qué queréis, por muy del Norte que sea, se ve que soy de sangre caliente, me pierde la boca.

No sabría decir si esto es un defecto o una virtud, supongo que todo depende del momento, el lugar, y la parte en la que esté cada uno. A quien le haya tocado vivir alguno de mis ataques de temperamento seguramente dirá que es un fallo, de hecho ya me lo han dicho más de una vez de varias maneras diferentes. Te entregas demasiado, hablas demasiado, sientes demasiado...piensas demasiado.
Esto último resulta cuando menos curioso. Me acusan de darle muchas vueltas a las cosas, y lo peor es que es totalmente cierto. ¿Cómo es posible pensar de más, y a la vez ser pura emoción? Bien, después de 41 años siendo como soy, sólo puedo explicarlo de una manera: estoy fuera de definición.

Tiene pinta de ser genético, porque precisamente la persona que me colocó el apodo de pistón era de la misma hechura, y me temo que mi pequeña obra de arte va por el mismo camino que su madre. Algo me dice que la adolescencia en esta casa va a ser pero que muy divertida...

En realidad eso me preocupa. Conozco la sensación de que te puedan las emociones, y la pupa que te puede llegar a hacer ser todo corazón, así que no puedo evitar echarme a temblar pensando en lo que se le viene encima a mini yo. Espero poder prepararle para un mundo en el que se penaliza el ser emocional, aunque me parece que no soy la mejor para eso, ya que soy el ejemplo perfecto de como  cagarla metódicamente. Tendré que contratar un coach...

Al final supongo que lo que él vaya viviendo irá moldeando su personalidad, y aunque me esfuerce en intentar evitarle golpes, se los llevará, lo mismo que yo, lo mismo que todos. La cuestión será como esa cabecita que tanto me recuerda a la mía será capaz de asimilar tanta leche, y de evolucionar con ellas.

Pero esa ya será su historia.

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